Puede que el rock español no tenga ahora mismo ningún tipo tan singular como Juan Perro, el álter ego con el que Santiago Auserón combate desde hace más de tres lustros su \"tendencia esquizoide pronunciada\", en confesión propia. Y puede que el gremio rockero, cada vez más habituado a la ingesta rápida, masiva y moderadamente irrelevante, no sea del todo consciente de su valía como activo lúcido, sabio y abierto a los ricos abismos de la polirritmia.
En realidad, Auserón, líder de Radio Futura hasta su disolución en el 93, siempre ha ejercido de personaje atípico en el panorama de nuestra música (¿conocen a muchos rockeros licenciados en filosofía?), así que le imaginamos acostumbrado a su condición de bicho raro. Y hasta satisfecho, en su fuero interno, de habernos salido así de iconoclasta.
Dispuesto como está a seguir yendo a su bola, Juan se permite rodar hasta 10 canciones nuevas sin que se le intuya la menor intención de asentarlas en formato discográfico. La cosa está malita en el sector, arguye, las condiciones contractuales le resultan leoninas y él, a sus 55 años, ya no tiene edad para que le tomen por el pito del sereno.
Si alguien albergaba esperanzas de que Juan recuperase al Santiago de Radio Futura, nones. Auserón sabe que ni a Un Perro Flaco ni Charla del Pescado se fundirán jamás en el imaginario colectivo como Escuela de Calor o Corazón de Tiza, pero su compromiso de honestidad artística le hace girar poco la vista atrás. Concesiones, las justas.
Juan Perro cuenta historias, canta a las mujeres, evoca a Compay Segundo o a los soneros arcaicos, busca el swing y juega una y otra vez con su voz de trovador, de cantante urbano que vuelve sus ojos hacia el hontanar rítmico de las primeras melodías y los sones del mundo.
Juan Perro es un heterónimo y un empeño personal que va más allá de cualquier impostura: con este personaje, Auserón busca ensanchar al roquero de Radio Futura, busca la complejidad en la composición, en las letras y en la actuación misma.