\"Amor y Baile\". Precioso nombre el del nuevo espectáculo creado por la Orquesta de Mastrettaespecialmente para el Berlín. Un espectáculo que persigue un objetivo alucinado y alucinante: regalar a los amantes del baile una suerte de velada ideal, un viaje sin embargo imprevisible: una noche en el filo del instante en el que viven, amándose, los danzantes.
El trayecto comenzará con una breve sesión de música pinchada en las venas de la concurrencia por Jesús Bombín y S-BRID, cuyo set habrá sido pergeñado en íntima complicidad con la orquesta. Ellos serán los encargados de destapar el frasco del ritmo y derramar las primeras melodías, de encantar de inicio a la serpiente del tiempo desde la cabina. Y a la media horita o así, y en coordinado gesto con los pinchas, se subirán al escenario los Mastretta.
Hablar de estilos en el caso de Mastretta es, amén de poco práctico, querer ponerle puertas al campo, querer echarle el freno al amor. Lo suyo es música de antes y de ahora. Popular y de la que dicen \"culta\". Blanca y negra. Y amarilla y verde y colorada. Inundarán la sala ritmos de todos los rincones del globo. Sonarán canciones de toda la vida y otras compuestas especialmente para la ocasión. Habrá picos delirantes, descabellados, eléctricos de frenesí. Y también estaciones más calmosas, apropiadas para recuperar el aliento y remansar en ellas el ansia a indicación de los músicos, a la señal de la orquesta. Un concierto pensado y sentido para bailar, para no dejar de bailar, para no dejar de quererse en la música y bailar.
Tras la actuación de Mastretta, Jesús Bombín y S-BRID regresarán a la cabina para coger de nuevo el timón de la noche y guiarla sabiamente al puerto de la madrugada, en una espiral pulsada de mambo y de cumbia, de rumba y de soul, de funk, de disco, de ritmamblús, de boogie, de son…
Para el Berlín Café es un honor, y ante todo una inmensa alegría, albergar un espectáculo como \"Amor y Baile con Mastretta\". Una velada ideada por la Orquesta en íntima comandita con los responsables de la sala, una vez constatada la fe ciega y común en la consigna que afirma que, quien bien te quiere, te hará –irremediablemente– bailar.
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